Al rió de la plata pasando por Viena o no llores por mi Argentina

Dicen que todos los caminos llevan a Roma, pero últimamente parece que todos nos llevan a recorrer el tigre que tan suavemente te deja caer en los muelles. El camino no es atípico dado que pasando por la bella capital de lo que fue el imperio autro-hungaro y con una copa de plata en las alforjas, llegamos de forma patente a las puertas de la argentinización.

Y es que nos acercamos a pasos de gigante a lo que tal vez siempre fuimos y nunca nos atrevimos a reconocer. Ya lo vimos en la reciente huelga transporte donde nuestros particulares piqueteros sembraban el terror en las carreteras como bandoleros de la España negra. Una sociedad medianamente formada en lo formal, no demasiado enegrecida y con cierto orgullo ilustrado, pero al mismo tiempo carente de iniciativa, estatista hasta la médula e hipnotizada. Es que por esas casualidades de la vida nos enfrentamos a una crisis económica que va para largo y que tiene difícil solución y al mismo tiempo asistimos a una importante victoria de nuestra selección de fútbol. Esta combinación de eufória trival y desesperanza es mortal como ya hemos visto en otras ocasiones.

Y es que ayer me dio por salir a pasear por las calles de Madrid y me sentí transportado a un psicodélico (en roji-gualda) buenos aires de los años ochenta donde Maradona era Jesús encarnado, la vida era maravillosa y se mascaba el descalabro en cada callejón. Ahora deben estar frotandose la manos Zapatero, Rajoy y la legión de chiquilicuatres autonómico pensando en la suerte que tienen. Por que en Argentina pierda quien pierda siempre ganan los políticos y sus allegados. No duden los ahorradores que el corralito está a la vuelta de las esquina y que papá estado tendrá no solo el escudo de lo políticamente correcto sino que se podrá envolver en la bandera. ¡Ay! Cuántos canallas.

Y a ritmo de pasodoble dan en al cuatro a un manolo escobar esa tonadilla que dice aquello de ¡Que viiiivaaa España! En la que han llamado plaza roja antes Colón( que manda huevos) . Mientras que en moncloa ya están mezclando la pintura para dejar la fachada de color rosa. Una moncloa rosada que nos dirá que ya hemos llegado a nuestro destino.